Breve síntesis para fundamentar y evaluar la práctica de la Catequesis. Podemos resumirla en este Decálogo
1. El catequista es un continuador del Verbo encarnado (la Palabra en la Vida)
"Me has dado un cuerpo"… "La Palabra se hizo hombre"…"Últimamente nos habló por su Hijo"…
Tenemos que ir al encuentro de Dios por el mismo camino que Él ha tomado para venir a nuestro encuentro. Por el camino de la humanidad, el camino de la encarnación (histórico, existencial, vivencial, cultural…). El camino de la comunicación. Esto supone:
- compartir la vida: cercanía, relación personal con los catequizandos
- comunicación de hechos y palabras (no sólo de palabras)
- escuchar sin prejuzgar (preguntas, interrogantes, preocupaciones), sensibilizarnos a la situación de las personas, para poder responderles desde la fe
2. Iniciar en la fe de la Iglesia
Iniciar, iniciación… son palabras que nos refieren a algo que germina para luego llegar a su término: un camino, un trayecto, un proceso… Iniciar es introducir, acompañar, revelar un mundo desconocido. ¡Qué misión tan importante la del catequista: compartir con otros la aventura de la fe: su gestación, su crecimiento, su maduración! Así, con este sano orgullo lo expresaba San Pablo.
“Pues aunque hayáis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús” (1Co 4,15).
No se trata de iniciar a los demás en la fe personal del propio catequista, con el paradigma de su propio proceso, de su vocación y sus carismas, de sus devociones privadas, de sus preferencias espirituales… sino de iniciar en la fe de la Iglesia. Es decir, la Fe predicada por los Apóstoles y los demás testigos; la fe de los mártires y los santos, la de los grandes teólogos; el depósito que está al cuidado del Magisterio.
- El catequista tiene que “iniciar”, ayudar a descubrir ese tesoro común. No le corresponde a él “seleccionar” o reducir el mensaje a sus preferencias (lo que a él le gusta y le motiva) o a sus capacidades (lo que él practica y cumple con desahogo). ¡Cuántas veces habremos de anunciar verdades de fe que personalmente vivimos de manera muy deficiente! Pero no nos anunciamos a nosotros mismos. Anunciamos la gracia de Dios, que todos, también nosotros los catequistas, necesitamos.
- La Iglesia es un sujeto plural, un Pueblo de creyentes convocado por la Trinidad. La Fe tiene por naturaleza una forma eclesial y comunitaria. La Fe no se transmite solamente para cubrir las expectativas humanas y espirituales de cada individuo (dar sentido a su vida, solucionar sus problemas…) sino para introducirle en el Pueblo de la salvación.
- Si bien la Catequesis puede tener momentos “antropológicos” (= iluminar los misterios del hombres), su centro y su cima es “teologal” (= dar a conocer los misterios de Dios). Éstos, por su naturaleza, van más allá de toda pretensión humana.
3. La fe se “educa” de dentro a fuera
Si “educar” en sentido etimológico significa sacar a la luz lo que está oculto, para educarse la Fe, ésta de alguna manera tiene que estar ya “dentro” del sujeto. No se la introduce desde fuera como un cuerpo extraño sino que se la extrae como un tesoro ignoto y escondido en el campo, con sorpresa y alegría. Aunque hayamos de invertir todo nuestro capital humano para conseguirlo.
- Según esto, el catequista se tiene que preguntar: ¿qué es lo que estos catequizandos han recibido ya de parte de Dios, antes de empezar todo aprendizaje, antes de recibir la primera catequesis? Para responder a esta cuestión, la teología viene en nuestra ayuda:
> La imagen de Dios; más aún la imagen de Cristo, a quien todos nos parecemos y de cuyos “genes” divinos todos somos portadores.
> La filiación divina, recibida de nuestro Padre y Creador en el momento de nuestro nacimiento y que se ratifica en el Bautismo y la Confirmación. No hay ningún ser humano que no sea germinalmente “hijo de Dios” por adopción, destinado a la plenitud de la vida divina. (De ahí que justificadamente el Magisterio haya desechado la hipótesis del limbo, un estado para "puros hombres" sin filiación divina).
> La obra redentora de Cristo, consumada especialmente en el Misterio Pascual, cuya eficacia alcanza a toda la humanidad.
> La presencia santificadora del Espíritu Santo, que es el maestro interior que suscita en nosotros el amor a la verdad y el deseo de amar y de hacer el bien, como algo inscrito en nuestra naturaleza y vocación primera.
- El catequista/educador en la fe tiene que ser consciente de que en su trabajo no parte de cero: las bases ya están puestas por el mismo Dios y tendrá que construir sobre ellas, y no al margen. Con paciente respeto y humildad, se hace colaborador de la obra de Dios y de la acción del Espíritu. Parte de lo “ya dado” para que progrese y fructifique. Su tarea va de dentro a fuera: de lo oculto a lo descubierto, de lo inconsciente a lo consciente, de lo implícito a lo explícito… de lo interior a lo exterior. Como Jesús con la Samaritana: “Si conocieras el don de Dios…” (Jn 4,10). Hemos de quitar todo obstáculo y desbrozar el pozo para que mane el Agua Viva del Espíritu.
4. La fe se “anuncia” de fuera a dentro
La máxima bíblica “fides ex auditu” (la fe viene de la palabra oída) nos indica el dinamismo de la revelación cristiana. La fe se transmite como un mensaje que “se oye” e interpela a los oyentes. Un mesaje vivo, compuesto de hechos y palabras. Como recoge el Concilio Vaticano II en el nº. 2 de la Dei Verbum:
“Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas”.
Normalmente la transmisión de la fe sigue este itinerario u otro equivalente a éste:
- Un acontecimiento exterior o un signo percibido que interpelan y tocan el corazón de la persona (hechos).
- Un entorno de personas creyentes (familia, parroquia, colegio cristiano…) que suscitan la admiración y la sana emulación con el ejemplo de su vida.
- El encuentro y relación con una persona de la comunidad cristiana a la que el candidato plantea sus preguntas e inquietudes (padres o amigos cristianos, sacerdote, catequista, padrinos de Bautismo o Confirmación…).
- El anuncio autorizado de la Palabra de Dios (hecho por el catequista, el sacerdote o el obispo en el momento oportuno; es decir, en el momento de gracia escogido por Dios).
5. El dinamismo del lenguaje de la Fe (las parábolas de Jesús)
Las parábolas y las comparaciones recogidas en los evangelios no son sólo recursos didácticos que podamos utilizar provechosamente en catequesis sino que estas pequeñas narraciones de Jesús nos muestran –en su estructura y contenidos- cómo entendía y practicaba Él la transmisión de la fe. Veamos un ejemplo práctico:
“Mirad los pájaros: no siembran, ni cosechan, ni guardan en almacenes, y, sin embargo, vuestro Padre que está en los cielos los alimenta. ¡Pues vosotros, valéis mucho más que los pájaros! Por lo demás, ¿quién de vosotros, por mucho que se preocupe, podrá añadir una sola hora a su vida? ¿Y por qué preocuparos a causa de la ropa? Aprended de los lirios del campo, cómo crecen. No trabajan ni hilan, y, sin embargo, os digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su esplendor, llegó a vestirse como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy está verde y mañana será quemada en el horno, ¿no hará mucho más por vosotros? ¡Qué poca es vuestra fe! No os preocupéis pensando qué vais a comer, qué vais a beber o con qué vais a vestiros. Esas son las cosas que preocupan a los que no conocen a Dios; pero vuestro Padre que está en los cielos ya sabe que las necesitáis. Vosotros, antes que nada, buscad el reino de Dios y todo lo justo y bueno que hay en él, y Dios os dará, además, todas esas cosas. No os inquietéis, pues, por el día de mañana, que el día de mañana ya traerá sus inquietudes. ¡Cada día tiene bastante con sus propios problemas!” (Mt 6,26-34)
Normalmente Jesús no habla de Dios con “definiciones caídas del cielo” o con enigmas misteriosos o indescifrables. Escribe con el dedo en el suelo (Jn 8,6-8); es decir, introduce su palabra luminosa y deja sus huellas personales en la tierra de los hombres, en medio del barro y del polvo común, donde todos lo pueden ver y entender si tienen interés y corazón sincero. La Palabra de Dios destaca y se hace comprensible sobre el fondo de las palabras humanas, utilizando su mismo lenguaje.
Concretamente, en este pasaje de Mateo Jesús utiliza unas comparaciones sacadas de la vida rural (los pájaros, los lirios, la hierba del campo), unas referencias históricas conocidas de sus oyentes (el rey Salomón). Con ellas evoca unas experiencias humanas básicas (comer, beber, vestirse, preocuparse, inquietarse por el futuro…). Es dentro de esta parcela vital donde emergerá la llamada divina. ¿De qué manera?
- Superando la mentalidad de sus oyentes, sus propias ideas de las cosas, su autocomprensión (“Valéis mucho más que...”).
- Corrigiendo sus estrecheces y contradicciones (“¿Quién podrá añadir una hora a su vida?”…).
- Ensanchando sus ideas y comportamientos religiosos (“¿No hará mucho más por vosotros?”…. “¡Qué poca fe!”…“Así piensan y actúan los paganos”…).
- Proponiendo metas novedosas e ilusionantes, que abren horizontes insospechados (“Buscad el Reino de Dios y su justicia”…)
8. Diversas catequesis de Jesús
7. La pedagogía de Jesús (la persona no el libro)
5. La integralidad y la organicidad de las verdades de la fe
10. El catequista y la comunidad cristiana
6. Elementos que caminan juntos:
- Conocimiento de las verdades de la fe
- Oración personal y comunitaria
- Celebración litúrgica
- Moral cristiana
Manual de Buenas Prácticas
Unos itinerarios de Catequesis de infancia y adolescencia.
· Elementos que ha de contener cada paso
· Distintos pasos progresivos
· Cómo hacer una programación
Preparar la catequesis
· Preparación remota:
1. Estudiar con antelación y orar personalmente aquellos pasajes de la Palabra de Dios, que vayan a ser el centro de cada sesión de catequesis.
2. Pensar en los destinatarios de la Catequesis, en su vida concreta y anotar todo lo que tenga que ver con el tema a desarrollar (hechos de vida, frases escuchadas, aficiones, relaciones, preocupaciones…). Para eso, es preciso conocerlos fuera de la sesión de catequesis, conocer a sus familiares y amigos; hablar con ellos no sólo en grupo sino en privado, no sólo de “temas religioso-piadosos” sino de todo aquello que toca a su vida y tiene un interés personal.
3. Estudiar detenidamente los recursos catequéticos (Guía del Catequista, Cuaderno del alumno, métodos propuestos…), para ver cuáles son los elementos pedagógicos aprovechables para construir la sesión de catequesis, teniendo en cuenta el nivel y el carácter de los chicos, las condiciones del local y el tiempo de que disponemos).
· Preparación próxima
Cada sesión de catequesis ha de contener estos pasos:
0. Un momento de oración, al comienzo. Un breve espacio que cree el ambiente religioso adecuado para la catequesis, diferenciándola de una clase escolar.
1. El planteamiento: marcar el terreno donde se quiere sembrar la buena semilla; introducir el tema no de forma doctrinal o abstracta sino utilizando hechos de vida. Para ello cuento con un amplio abanico de posibilidades: la vida personal de los catequizandos, la vida social de nuestro pueblo; hechos de la actualidad, de personajes históricos, de santos y testigos de la fe, de parábolas de Jesús, de experiencias de la Virgen María o de los apóstoles… En todo caso, algo vivo, narrativo, histórico (evitar cuentecillos o “ejemplitos” de ficción), que les enganche e interese.
2. El Mensaje. La lectura/comentario de unos textos de la Palabra de Dios o de la Fe de la Iglesia (textos clave, no cualquier autor menor) ha de situar la experiencia inicial a otro nivel. Un nivel teologal: el conocimiento de Dios, de su manera de ser y comportarse con nosotros, de sus proyectos para la humanidad y para cada uno. Es el anuncio de una novedad que supera nuestras expectativas y deseos más profundos.
0. La asimilación del Mensaje. Se trata de interiorizarlo y arraigarlo en nuestra vida sin que pase de largo, como si fuera una palabra más que se lleva el viento. Para ello, puedo echar mano de todos los recursos de la buena pedagogía y de la espiritualidad cristiana:
- Dibujo. Audiovisuales.
- Talleres. Trabajos de grupo.
- Memorización de palabras, frases o de fórmulas clave.
- Momentos de oración especiales. Símbolos religiosos.
- Compromisos prácticos de moral cristiana
Se debe terminar la sesión con una breve oración conclusiva. Después de ésta (mejor que hacerlo antes) aprovechar para dar a los chicos las informaciones, consejos prácticos, consignas de organización…
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