FRANCISCO, UN PAPA EN PRIMERA LÍNEA
Jesús-Andrés VICENTE
Han pasado más de doscientos días del singular pontificado del Papa
Francisco y parece instalarse un doble fenómeno. El entusiasmo hacia
a su persona de amplios sectores de la opinión pública; y también
la perplejidad de numerosos cristianos sensibles a la trayectoria de
la Iglesia. Sabemos del daño que hacen las posiciones extremas: la
papolatría, que el propio Papa rechaza; la frivolidad,
que se queda en el personaje. Por el contrario, hemos de preguntarnos
¿cómo acogemos hoy el perenne ministerio de Pedro en el Papa
Francisco? ¿Qué nos quiere decir el Señor, a través de sus
gestos, actitudes y palabras, en esta hora de la Iglesia y de la
humanidad? Estas preguntas, más allá de nuestros gustos, nos llevan
a entrar en el misterio de Dios que guía a su Pueblo por medio de
acontecimientos novedosos y de personas designadas para una misión,
cuyo desenlace ignoran.
El caso es que la misma elección de Francisco, sus primeros pasos,
las opciones ya manifestadas, las decisiones que va tomando… dan
pie suficiente para ir respondiendo a tales cuestiones. Dos son los
objetivos que aparecen con nitidez en los albores del pontificado,
los dos muy evidentes: sanear desde sus raíces las lacras
escandalosas que tanto afectan a la credibilidad de la Iglesia; y
salir al encuentro de las gentes para anunciarles en vivo y en
directo el evangelio de Jesús. De hecho, el primer objetivo es
premisa necesaria para cumplir el segundo.
Los dos pontificados anteriores han preparado el terreno. El Beato
Juan Pablo II llamó a la nueva evangelización y él mismo la
practicó en sus incansables viajes. El Papa emérito Benedicto XVI
asumió este programa y le dio profundidad, al tiempo que creaba un
organismo encargado de ponerlo en práctica y dedicaba al tema una
sesión del Sínodo. Francisco llega con una consigna práctica:
¡Echad ya las redes! Como Jesús envió a sus discípulos a
evangelizar, sin detenerse a darles previamente una extensa
fundamentación teológica o pastoral, así el Papa Francisco se ha
calzado las sandalias humildes del peregrino, y con un ligero zurrón
al hombro ha salido a los caminos de la humanidad para cumplir él
mismo el encargo del Señor “Id al mundo entero y anunciad el
evangelio”. Con su ejemplo y sus breves enseñanzas de tres
frases nos está dando las consignas prácticas para evangelizar hoy,
como hiciera el Maestro con los Doce o los Setenta y dos (testimonio
de vida, pocas palabras pero directas y comprensibles, saludando a
las gentes con la paz en el corazón y la bendición en los labios…
entrando en sus poblados y en sus casas para curar enfermos, expulsar
demonios y anunciar a todos la cercanía gozosa del Reino).
Ésta es, por ahora, la originalidad carismática de su pontificado:
la sequela Christi (el seguimiento de Cristo) practicada por
un Papa. La teoría está ya bien servida con los documentos del
Concilio Vaticano II y de los Sínodos, con el Catecismo de la
Iglesia Católica, el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,
las grandes encíclicas y otros ricos textos del Magisterio
pontificio anterior… Pero no basta con repetir enseñanzas, citas y
párrafos solemnes y densos, que la gente no entiende. Ahora se trata
de evangelizar en primera línea, saltando de las trincheras a campo
abierto. Las urgencias son, pues, de índole práctica. ¿Cómo
evangelizar? El Papa Francisco responde a nuestras precauciones y
perezas, al estilo de San Pablo: fijaos en el testimonio que
tenéis en mí.
Acostumbrados a la norma secular del papado, algunos aguardan sólidas
enseñanzas doctrinales o morales del Papa Francisco, algún
documento que dé la talla (Lumen fidei es un caso a parte).
Pero no es su carisma. Este hombre providencial sabe que tiene menos
de una década para cumplir el encargo recibido del Espíritu
mediante los cardenales electores y va directamente al grano.
¿Queréis cumplir la voluntad de Dios en este momento histórico,
nos viene a decir, o preferís seguir enredados en discusiones
palaciegas y en intrigas de poder? ¿Sí?, pues venid conmigo. Ved
cómo las gentes se sienten acogidas, amadas y perdonadas por un Dios
Padre. Cómo los pobres de la tierra, los marginados, los
inmigrantes, los niños y los ancianos, las mujeres… son escuchados
y evangelizados; se les da voz y voto en la Iglesia y fuera de ella,
y sienten su dignidad recobrada. Aprended cómo se dialoga con los
agnósticos, buscando con ellos la verdad suprema del único Dios.
Mirad cómo, no sólo se convoca a las familias y a los jóvenes a un
magno evento sino que se les envía en misión, para que los
evangelizados sean los evangelizadores.
Francisco actúa en primera línea (con la complacencia de
unos y el escándalo de otros). Sin descuidar la responsabilidad de
ser instancia última en el complejo gobierno eclesial, ha
saltado a la palestra para hacer frente a los problemas del mundo y
de la Iglesia, acercándoles con su actuación hacia el Evangelio de
Jesús. Fiado en Él, no tiene miedo ni complejos para transitar por
los nuevos paganismos. Y, sin necesidad de dejar el Vaticano, no
pierde ocasión de salir a las periferias, en búsqueda de la
oveja perdida. Sorprende Francisco porque actúa y habla desde
ella y no desde las noventa y nueve que están seguras en el
redil.
Superando las filias y fobias, las teorías sublimes y las dignidades
inútiles, cada uno ha de asumir su puesto personal e intransferible
en esta tarea. No se trata de repetir las palabras del Papa como un
slogan sino de actuar como él, llevando a los hombres al encuentro
personal con Jesucristo.
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