CONCORDIA Y UNANIMIDAD
CONCORDIA Y UNANIMIDAD
“Tenían un solo corazón y una sola alma”
Aplausos y caceroladas, aunque no lo parezca, tienen algo tienen en común. Ambos son una
expresión de sentimientos reprimidos, saliendo de la cueva, sin internet por
medio. Unos desahogos colectivos, para paliar en parte el oscuro ambiente de
tragedia que nos envuelve. Esta comunicación real nos permite constatar – más
allá de los eslóganes – que, en efecto, somos
muchos los que nos encontramos en las mismas o parecidas situaciones. La
proximidad (sabernos prójimos), a los seres humanos siempre nos reconforta.
Los aplausos
A partir de aquí, vienen las diferencias. Empecemos por los aplausos. Somos muchos los que nos
hemos asomado a las ventanas a aplaudir a los sanitarios y servidores públicos,
para transmitirles que no estamos desaparecidos y que estamos al tanto de su
inmensa labor y de los riesgos que corren por nosotros. En el aplauso va también
el mensaje de que nuestro encierro forzoso es la mejor manera de colaborar con
su trabajo, evitándoles más problemas de los que ya tienen. Ellos están en la vanguardia;
nosotros en la retaguardia organizando la convivencia familiar y algunos teletrabajando.
Pero es la misma lucha.
No creo que, salvo pequeñas anécdotas,
estos aplausos hayan encontrado oposición. Todo lo contrario, han suscitado una unanimidad en la ciudadanía como
nunca antes se haya dado. A esta habría que añadir la concordia en el duelo con los miles de compatriotas que nos han
dejado de manera tan brutal y con sus seres queridos. Ambos sentimientos son
universales e indiscutibles, por encima de territorios, ideologías, credos… Los
aplausos o los minutos de silencio son un lenguaje comprensible de solidaridad
y cercanía. Otra cosa es que los humanos seamos a veces poco consecuentes y
pronto nos decepcionemos mutuamente con posturas incoherentes e incívicas. Pero
hay que pensar que los aplausos no han sido una farsa colectiva.
Las caceroladas
No es nueva ni solo española
esta manera de protestar. Es, sin duda, una manifestación ciudadana legítima
que agrupa a personas que por sus ideas o por su situación (paro, ruina
económica, desesperación...) lo hacen notar ante los gobernantes de turno. Las
caceroladas tienen sus pros y contras, ampliamente comentados y que no señalaré
ahora. Sí quisiera subrayar que, como signo cívico y moral (no entro en lo
político), suponen una cierta dimisión de los ideales unionistas anteriormente
destacados. Frente al presente desolador y a un futuro negro, muchos miran
hacia atrás con ira tratando de arreglar antiguas cuentas pendientes. Los que
salen a las ventanas y ahora a las calles con sus instrumentos estarán cargados
de razones, pero ¿podremos contar con
ellos para responder a los enormes retos que ya tenemos delante o se limitarán
a ir a la contra de todo?
Concordia y unanimidad
Estas dos palabras que
retratan el paradigma de vida de los primeros cristianos (Hch 4,32-37) no son
exclusivamente religiosas; ofrecen un estilo de vida social a la hora de
afrontar los problemas comunes. Un estilo de altura de miras y de convicciones
firmes que genere ilusión y esperanza.
Los proyectos de futuro se
pretenden diseñar en los despachos y en los foros políticos, pero, sobre todo,
ya son realidad en las múltiples iniciativas para dar de comer al hambriento,
vestir al desnudo, dar cobijo a los sin techo, consolar al triste y enterrar a
los miles de muertos con respeto y dignidad. Aquí se encuentra de lleno la
Iglesia colaborando cordial y animosamente,
mirando hacia el frente y no hacia atrás o a los lados. Una vez más la sociedad
civil - los ciudadanos anónimos - marca la pauta a los de arriba.
Jesús Andrés VICENTE
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