HOMILÍA EN EL FUNERAL DE TINO BARRIUSO.
 27 MAYO 2017


Muy queridos Marisol, Alejandro, Jimena, Álvaro, Ismael…

Como sacerdote y amigo, me toca dirigiros la palabra, que es una de las tareas más hermosas que se puede hacer en esta vida, bien sea ésta oral o escrita. También, ¿por qué no?, en una ocasión tan dolorosa y difícil de encajar como es la despedida de Tino.

Muchos de vosotros habéis escrito, o lo váis a hacer, con más autoridad y enjundia que yo, el epílogo del libro de la vida terrena de Tino, una vida hermosa y apasionante. A mí me corresponde hacer el prólogo de un nuevo libro; llamémosle, para entendernos, la Vida Eterna.

Permitidme para ello evocar dos anécdotas del santo de ayer, día de la inesperada muerte de Tino. Me refiero a San Felipe Neri (un recuerdo a vuestro padre Felipe y a vuestra madre Aurora, fundadores de una amplia y querida familia con hondas raíces en nuestra ciudad; y a vuestro hermano asimismo Felipe). Felipe Neri fue quizás el santo más simpático del calendario cristiano. También, como Tino, poeta, humorista, imaginativo, cordial y buen educador de niños y jóvenes. Por originales que podamos ser los individuos, siempre tenemos espejos en los que mirarnos y reconocernos.

Este santo del Cinquecento romano estuvo bajo sospecha por dos motivos: porque recogía a los niños de la calle y porque tenía la osadía de ser feliz. Pero cuando el Papa Sixto V le llamó a capítulo delante de aquellos prebostes severos e hipócritas que le hicieron la vida imposible, sorprendentemente le entregó el capelo nombrándolo cardenal. Entonces Felipe, con cara de niño travieso y soltando una franca carcajada, tiró al aire aquel solemne sombrero mientras dijo la frase lapidaria:”¡Prefiero el paraíso!”. Cuenta la historia que el siguiente en reír la hazaña fue el propio Papa y, después, ¡cómo no!, todos los presentes.

Tino ha sido un hombre libre, no siempre comprendido ni por los demás ni por sí mismo. A los que, como él, tienen un “paraíso” en el alma, este mundo se les hace estrecho y mezquino. ¡Cuántas veces tiró al aire los birretes y los diplomas, con una risa divertida! Siempre sin soberbia intelectual.

En cambio, como poeta y escritor, se tomó muy en serio las palabras. No, las palabras tópicas y convencionales, que son palabras muertas, sino las palabras vivas. El poeta auténtico no las exhibe pedantemente en el escaparate; antes bien, las rompe y las destripa como un niño rompe su juguete, para descubrir el misterio que encierra. Tino, como tantos otros, buscaba el paraíso, el “parnaso” de las musas divinas, la patria de los soñadores y los inconformistas.

Como persona inquieta, buscaba a Dios a su manera. Él se deja encontrar por todos los caminos, hasta los más heterodoxos. Así nos lo aseguraba San Pablo en la primera lectura (Hch 17,27-28).

Como persona amiga y cordial, Tino nos daba a entender que el Paraíso no estaba lejos de cada uno sino al alcance de la mano y del corazón y que la muerte no hace sino dilatar infinitamente cuanto hemos amado. El Paraíso no es un lugar físico sino Dios mismo que nos abre las puertas de su vida íntima para morar en Él. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas”, nos dice de nuevo Jesús en el evangelio de Juan (Jn 14,2).

Felipe Neri repetía a sus chavales con un humor inteligente: “¡Sed buenos… si podéis!”. Bien conocía él las dificultades y pecados propios y ajenos; de los mayores y los pequeños. Su invitación es todo lo contrario del·”buenismo”, que es una bondad sin sufrimiento. Dios nos llama a una bondad realista, que es el primer peldaño de la vida cristiana. ¡Cuántos quisiéramos llegar a él e incluso quedarnos allí!

El Tino educador del Mendoza siempre prefirió hacer buenas personas y buenos ciudadanos antes que eminentes físicos. Era una opción hoy discutida. Pero me consta que Tino ha podido apreciar los resultados.

Tú, Tino, acostumbrado a jugar con los vocablos, cambiarías de buen grado el condicional “Sed buenos… si podéis” por la afirmación “¡Sed buenos… sí podéis!”.


Que tus preferencias y las de los tuyos se vean colmadas. ¡Que el Paraíso sea contigo y tú con él!